martes, 30 de septiembre de 2014

Algún día nos tragaremos un robot

A primera vista no parece gran cosa y, desde luego, resulta difícil imaginar que detrás de unos pequeños y ruidosos robots que se mueven torpemente sobre una mesa blanca para agruparse por colores se encuentra un experimento que puede cambiar la historia de la medicina. El futuro ya no es lo que era porque la ciencia ficción se olvidó de Internet. Sin embargo, sí describió una sociedad en la que los robots forman parte de la vida cotidiana. En todo el mundo se multiplican las empresas y universidades con programas para investigar las posibilidades de la robótica y los avances que se han conseguido son extraordinarios. El objetivo de los grupos de robots que acabamos de describir, llamados enjambres porque su modelo es el comportamiento gregario de algunos animales como las termitas, va de lo más grande a lo más pequeño: desde permitir que máquinas colaboren juntas en tareas complejas –como la limpieza de una central tras un accidente nuclear o la circulación de miles de coches sin conductor– hasta, en un futuro que los científicos ven a 20 o 30 años vista, que existan robots minúsculos que podamos tragarnos, se unan solos dentro de nuestro cuerpo y realicen tareas médicas.
 
“Los robots humanoides capaces de hacer todo nuestro trabajo, tal y como los hemos visto en las películas, están a muchos años de distancia, si llegan alguna vez. Sin embargo, creo que los robots son cada vez más eficaces en pequeñas tareas muy importantes. Por ejemplo, estoy seguro de que dentro de 50 años nadie conducirá un coche y parecerá un disparate que miles de personas muriesen en las carreteras por accidente evitables”, explica Tony Prescot, director del Sheffield Center for Robotics, uno de los institutos de investigación punteros en Europa, que depende de las dos universidades de esta ciudad del norte de Inglaterra y que coopera con centros de todo el mundo, como la Pompeu Fabra de Barcelona. El pasado fin de semana dentro del encuentro Festival of the mind, este laboratorio en el que trabajan unos 150 científicos de diferentes campos y nacionalidades realizó dos demostraciones de robots, que permitieron entrever el increíble futuro que espera a este campo; pero también su extraordinario presente.
Detrás de una puerta en la que se lee Laboratorio de Interacción entre Robots y Humanos se esconde un peluche blanco con forma de bebé foca llamado Yoko: un robot Paro de fabricación japonesa –Obama se fotografió con uno de su especie en Yokohama–. La habitación está llena de cámaras, que filman las reacciones ante un robot que mira, responde a su nombre y a los impulsos como las caricias (cuesta 7.000 euros y existen unos 1.000 ejemplares). En el laboratorio, el objetivo es analizar las relaciones de los humanos antes los robots, que van desde el temor hasta la curiosidad. "Es una pena que la ciencia ficción haya ofrecido una imagen tan negativa de los robots", explica Emily Collins, estudiante de posgrado en el centro de investigación y experta en las relaciones entre robots y humanos. "Son como cualquier otro instrumento y tienen aplicaciones muy importantes". ¿La utilidad del Paro en la vida real? Cada vez se usan más como terapia para los enfermos de demencia senil o alzheimer, como si fuesen animales de compañía sin los problemas que estos plantean en un entorno hospitalario. Otro robot, Zeno, con forma humana y con una gran capacidad para reproducir gestos, parece un juguete sofisticado (y caro). Pero, sobre todo, se utiliza para tratar niños autistas.
Durante la muestra, también se exhibe un robot drone que, gracias a un programa de reconocimiento facial, puede seguir a una persona (afortunadamente, las baterías no duran demasiado). Hay robots con brazos programados para agarrar un determinado objeto o que aprenden a detenerse ante una línea blanca antes de chocarse (sirven para estudiar los mecanismos neuronales). Mantienen abierta, además, una línea de investigación que simplificaría mucho la vida de los pacientes: un robot que es una mesa de hospital que responde a la voz.

 
Sin embargo, al final, lo más extraordinario resulta lo aparentemente más sencillo: los enjambres. La Universidad de Harvard, que es quien fabrica estos aparatos de 3 centímetros de ancho llamados kilobots, logró agrupar este verano 1.000 robots en el mayor movimiento colectivo de máquinas realizado hasta el momento. Cuestan 100 euros cada uno y Sheffield es el centro que más kilobots tiene –900– tras la universidad estadounidense. Roderich Gross, el responsable de este proyecto, explica: "Puedes hacer eso sin memoria y sin computación. Son sensores e infrarrojos que les dicen si hay un robot cerca o no". El profesor Gross explica que la idea es imitar a la naturaleza, a las formaciones que crean las bandadas de pájaros o los bancos de peces o los montículos que construyen las termitas, en las que la suma de decisiones muy sencillas de muchos individuos (a veces millones en el caso de los insectos) llegan a producir estructuras muy complejas, como las termiteras.
Dentro del mismo laboratorio, un español, Juan A. Escalera, ha desarrollado unos robots que se unen con imanes y se pasan energía, otra de las claves para ese futuro en el que nos tragaremos una pastilla que se convertirá en un robot dentro de nuestro cuerpo. "El mundo de la robótica es mucho más diverso de lo que pensamos. Pero no hay que dejarnos cegar por el tamaño, lo importante es la organización. La idea es crear una mente genérica que pueda funcionar para organizar tanto una ciudad como un nanorobot", afirma Verschure. 
El laboratorio de la universidad de Sheffield aparece vacío porque la mayoría de los robots han sido trasladados para su exhibición. Solitario, como un personaje de Inteligencia Artificial, se encuentra sin embargo el Icub, un robot humanoide creado por el Instituto Italiano de Tecnología de Génova y que forma parte de un proyecto europeo, en el que trabaja también la Pompeu Fabra. Actualmente hay unos 30 Icub en el mundo y cada uno cuesta 250.000 euros. Esta máquina muestra los avances de la robótica y la inteligencia artificial, pero también el largo camino que tienen por delante. "Nosotros utilizamos el robot no como un fin en sí, sino para entender cómo funciona la mente, como una herramienta para comprender la arquitectura de las emociones y las percepciones", explica desde Barcelona Paul Verschure, director de Specs, el grupo de trabajo en inteligencia artificial de la Pompeu Fabra, que colabora con Sheffield. Tony Prescot asegura que el objetivo de su grupo de trabajo es que sea capaz de ser consciente de su cuerpo, de reconocer objetos con los dedos, de tener sensibilidad en la piel. También se está trabajando en la construcción de una memoria autobiográfica -se han logrado avances importantes en Lyon- y en el estudio de cómo aprendemos una lengua.
Los robots representan una creciente industria –la UE anunció este verano una inversión de 2.800 millones de euros para un sector en el que Europa tiene un 32% de cuota de mercado, mientras que Google ha comprado ocho compañías de robótica en los últimos dos años–. Según datos del sector, los robots mueven ya 19.000 millones de euros al año. "La robótica es un mundo fantástico. Por eso no debemos exagerar. Resultan muy útiles por ejemplo para cuidar ancianos; pero no hay que utilizarlos por motivos económicos, no pueden reemplazar a las personas", explica el profesor de Inteligencia Artificial en Sheffield, Noel Sharkey, experto en ética robótica, que encabeza una campaña mundial que ha llegado hasta la ONU para prohibir los robots militares (o por los menos regular para que no tomen solos la decisión de matar). ¿Estamos en las puertas de una revolución similar a la que representaron los ordenadores personales, Internet o los móviles? "Sin duda, aunque nos encontramos en el principio", responde Prescot. "Las máquinas son mucho mejores que nosotros en algunas cosas; pero hay problemas simples que todavía resultan muy difíciles de resolver". Paul Verschure, director de Specs, el grupo de trabajo en inteligencia artificial de la Pompeu Fabra, explica por su parte desde Barcelona: "Pensar es lo sencillo: los grandes retos son la conciencia, la creatividad, las emociones". Y los problemas no solo vienen de la tecnología: ¿Quién es legalmente responsable si un coche robotizado provoca un accidente? Ningún jurista ha encontrado una respuesta lo suficientemente convincente como para que los coches que se conducen solos puedan circular sin problemas. Los científicos no sólo imaginan androides que sueñan con ovejas eléctricas o que hablen seis millones de formas de comunicación; imaginan robots útiles para cada rincón de la vida cotidiana.

lunes, 29 de septiembre de 2014

Google cierra Panoramio

Panoramio no llegará a cumplir 10 años. El servicio creado por los alicantinos Joaquín Cuenca (Cox, 1976) y Eduardo Manchón (Callosa de Segura, 1976) echa el cierre. Fue una de las primeras incursiones en la entonces denominada web 2.0. Fundado en julio de 2005, Panoramio se estrenó en octubre de ese mismo año. La mecánica era sencilla, formar un paisaje global con la ayuda de los usuarios. Las imágenes compartidas en Panoramio tenían que contar con datos exactos de localización, algo muy común con los móviles actuales, pero no tanto entonces. De inmediato, se podían consultar las de los demás.
Cuando comenzaron el interés de Google fue en aumento: "En 2006 hicieron un primer intento de contratarnos comprando la empresa, pero la cantidad era muy baja, ”. En mayo de 2007 pasaron finalmente a manos del gigante por una cifra que todavía no han desvelado ninguna de las dos partes, convirtiéndose así en la primera empresa española adquirida por el buscador. En 2012, Google se haría con la malagueña Virus Total.
Manchón se fue en septiembre de 2009. Cuenca, pocos meses después, en enero de 2010. “Me apetecía empezar otros proyectos, probar cosas nuevas. Me gusta hacer otras cosas, no trabajar para terceros. Cumples con el contrato y te vas, suele ser lo normal”, explica el primero.
Desde su nacimiento, se han compartido más 80 millones de imágenes. “Con una calidad fuera de lo común, la mayoría hechas con cámaras casi profesionales”, matiza Manchón. Según sus cálculos, cada mes se siguen subiendo 250.000 imágenes nuevas a Panoramio. Ya no trabaja ahí, no accede a los servidores, pero la lógica le asiste: “Es una cuenta fácil, las imágenes tienen números correlativos. Se puede deducir, porque no lo han cambiado”.
El cierre forma parte de la estrategia de Google para unificar servicios y promover Views, un sistema que se integra con Google Maps. La decisión ha soliviantado a la comunidad de usuarios, sobre todo por sus formas. Un mensaje en un foro, sin posibilidad de respuesta por parte de los usuarios, firmado por Evan Rapoport, responsable del producto, ha sido la manera de anunciarlo. No se indica una fecha concreta.
“Entiendo su política de unificar”, justifica Manchón, “pero hay que cuidar a la comunidad. Tanto en Flickr como en Craiglist, siempre que se ha afrontado un cambio relevante, ha sido un fundador el que ha dado la cara”.
En opinión del cofundador de Panoramio, la decisión daña la credibilidad de Google y denota un desconocimiento del producto: “La tecnología en nuestro caso es importante, pero también la ingeniería social. Se trata de saber gestionar una comunidad. Panoramio lo hace la gente”, concluye.

Sony se enfrenta al iPhone 6 con su nuevo Z3


No solo de iPhone 6 vive el móvil. Pese a la expectación que, junto con un ejercicio de marketing prodigioso, ha permitido al nuevo modelo de Apple ocupar (gratuitamente) las páginas y titulares de diarios y cadenas de televisión, otros terminales de alta gama aparecen en el mercado. Es el caso del Sony Xperia Z3, el nuevo smartphone de alta gama de la marca japoensa que fue presentado a principios de septiembre en la feria IFA de Berlín, y que se pone a la venta esta semana en España.
El Z3, el segundo estreno en este año de la gama alta de la marca japonesa, insiste en sus características de marca: buenas prestaciones audiovisuales, resistencia al agua, facilidad para los videojuegos (en particular, la PS4) y diseño.
El buque insignia de Sony puede verse como una evolución del Z2, aunque le supera ampliamente en prestaciones, pese a su mayor delgadez. Su punto fuerte es la cámara. Como su antecesor incorpora las tecnologías Cyber-shot y Handycam para ganar nitidez en fotos y vídeos, pero incorpora un nuevo sensor, que gracias a sus 20,7 megapíxeles permite mejores fotos en condiciones de baja iluminación o en movimiento.
Incorpora la función de multicámara, que permite grabar en un único vídeo la grabación de varias cámaras conectadas por NFC, por ejemplo, de tres móviles Z3.
En la misma línea, se permite grabar un vídeo al mismo tiempo con la cámara trasera y frontal del teléfono, para fundir el selfie con la habitual película en un solo vídeo. Y no solo con el propio rostro, sino que hasta tres caras que queramos meter.
Además, permite la captura de pantalla pero ya solo como una fotografía sino como un vídeo tan solo pulsando durante unos segundos el botón de bloqueo de pantalla, de 5,2 pulgadas. Como reconoce la propia marca, está equipado con la mejor cámara de móvil de Sony, y permite calidad de vídeo 4K de superalta resolución. Gracias a la función AR Fun se puede dibujar encima de lo que se vea a través del visor.
 Competidor directo no solo del iPhone 6 (con el que mantiene el mismo precio, 699 euros) sino del HTC One (M8), LG G3 o Samsung Galaxy S5, los smartphones estrellas de sus competidores, el Sony Xperia Z3 ha decidido dar un vuelco en el diseño cambiando los bordes rectos por otros ligeramente redondeados que se justan mejor a un sola mano. Ayuda también a su manejabilidad el peso, que pasa de los 163 del Z2 a los 152 gramos del Z3. También es más pequeño, tanto en alto (146 mm) como ancho (72 mm), y más delgado que el Z2, con 7.3 milímetros de espesor.
Disponible en cuatro colores diferentes, negro, blanco, aguamarina y bronce, el Xperia Z3 mantiene la marca de protección contra el polvo y el agua. El conector de auriculares se encuentra en el perfil superior, en el borde izquierdo está el conector microusb, protegido por su correspondiente tapa y el conector para cargador imantado. En la parte derecha, están la ranura para la tarjeta nanoSIM, junto al botón del reseteo. Y la tarjeta de memoria microSD.
El Z3 está equipado con una batería de 3.100 mAh, capaz de mantener encendido el móvil dos días según la propaganda, incluyendo la actividad de vídeos y fotos.
También con Remote Play para PS, se puede alternar entre la consola PS4 y el smartphone o tableta, además de llevarte los juegos a cualquier habitación. De estoa forma, se puede retomar la batalla donde se dejó o empezar una nueva sin necesidad de estar frente a la consola.